viernes

La Biblia


INTRODUCCIÓN
Alguien ha denominado a la Santa Biblia como “la biblioteca divina”, y esta es una declaración verdadera. Pese a que consideramos la Biblia como un libro, no obstante está conformada por 66 libros individuales, de los cuales el primero es Génesis y el último es Apocalipsis, y están divididos en 2 secciones principales: la primera es llamada el Antiguo Testamento y contiene 39 libros; la segunda es el Nuevo Testamento y tiene 27 libros. Al principio de la mayoría de las Biblias hay un índice con el listado de los nombres de los libros, y nos indica el número de la página en que cada libro comienza.

¿QUIÉN ESCRIBIÓ LA BIBLIA?
Desde el punto de vista humano la Biblia es sólo historia de hombres y fue escrita por no menos de 36 autores en un período de alrededor de 16 siglos. Pero lo más importante para recordar es que esos hombres escribieron bajo el directo control de Dios. Esto convierte a la Biblia en un libro inspirado por Dios, Quien les guió para escribir cada una de las palabras. Esto es lo que nosotros queremos decir con “inspiración”. Los siguientes textos bíblicos claramente enseñan que la Biblia es inspirada por Dios: “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21). “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16-17)De modo que la Biblia es la Palabra de Dios. Alguno diría que la Biblia podría contener la Palabra de Dios. Esto implicaría que partes de ella son inspiradas y partes no. Pero entonces quién sabría qué parte es y qué parte no es inspirada. Luego de muchos años de investigación y de estudio, estamos convencidos de que no hay una explicación humana para este libro. Esta decisión no es dejada a opiniones terrenales, sino más bien como el Salmo 119:89 dice: “para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los Cielos.” Otro punto importante para recordar es que la Biblia es la única revelación escrita que Dios ha dado al hombre. En la Biblia, Dios nos advierte 3 veces de no agregar a las Escrituras ni quitar de ellas, la última vez es en Apocalipsis 22:18-19.

¿CUÁL ES EL TEMA DE LA BIBLIA?
Pese a que la Biblia está constituida por 66 libros, tiene un único y gran tema sobresaliente: Cristo. El Antiguo Testamento contiene muchas predicciones o profecías, concernientes a Cristo. El Nuevo Testamento nos habla de su venida como Redentor. Cristo es anunciado en el Antiguo Testamento y revelado en el Nuevo Testamento. También nos habla de su muerte, sepultura, resurrección, ascenso y regreso al Cielo. Concluye revelando los próximos acontecimientos que tendrán lugar en el planeta Tierra. Jesucristo reinará sobre la Tierra por 1000 años, entonces habrá un juicio final llamado “El Juicio del Gran Trono Blanco”. Finalmente, “un nuevo cielo y una nueva tierra serán establecidos”. La Biblia nos da el plan de la edades, desde la creación hasta la nueva creación (Apocalipsis 21 y 22).

¿CÓMO ESTÁ DIVIDIDA LA BIBLIA?
La Biblia es el registro del mundo desde el principio del tiempo (creación) hasta el fin futuro. Génesis nos habla de la creación del mundo, la entrada del pecado, el diluvio y el comienzo de la nación de Israel. Desde Éxodo hasta Ester tenemos la historia de Israel hasta cerca de 400 años antes del nacimiento de Cristo. Los libros desde Job hasta Cantar de los Cantares de Salomón contienen maravillosa poesía y sabiduría. El resto del Antiguo Testamento, desde Isaías a Malaquías, es profético; eso es, estos libros contienen mensajes de Dios a Israel concernientes a su presente condición y su futuro destino. El Nuevo Testamento comienza con los 4 Evangelios, los cuales presentan la vida del Señor Jesucristo. Hechos nos narra la historia del cristianismo en su infancia, revela el comienzo de la Iglesia y nos da testimonios personales de encuentros con el Evangelio de Jesucristo, incluyendo la conversión del gran apóstol Pablo. De Romanos a Judas, encontramos cartas a iglesias e individuos, desarrollando las grandes verdades de la fe cristiana, e instrucción práctica concerniente a la vida cristiana. Apocalipsis nos da una visión del futuro sobre eventos que tendrán lugar en los cielos, en la tierra y en el infierno.

CONCLUSIÓN
“Este libro contiene la mente de Dios, el estado del hombre, el camino de salvación, la condenación de los pecadores y la felicidad de los creyentes. Sus doctrinas son santas, sus preceptos son comprometidos, sus historias son verdaderas, y sus decisiones son inmutables. Léala para ser sabio, créala para ser salvo, y practíquela para ser santo. Contiene luz para dirigirlo, alimento para sostenerlo, y consuelo para alentarlo. Es el mapa del viajero, la brújula del piloto, la espada del soldado, y el itinerario del cristiano. Aquí se restablece el Paraíso, los Cielos son abiertos, y las puertas del infierno son reveladas. Cristo es su gran tema, nuestro bien es su diseño, y la Gloria de Dios su finalidad. Léala lentamente, frecuentemente y en plena oración. Es una mina de riquezas, un paraíso de gloria y un río de placer. Recompensará la labor más grande y condenará a todos los que menosprecian su contenido sagrado. Es el Libro de los libros – El Libro de Dios – La revelación de Dios a la humanidad."


Miguel A. Sandobal

jueves

Reinhard Bonkke

A través de gran parte de la historia, el Espíritu Santo no ha sido mucho más que un nombre. Sin embargo, el Espíritu Santo es mucho más que eso, el Espíritu Santo es Dios operando en la tierra.

Durante siglos, las personas pensaban que el “Espíritu Santo” era sólo eso, un espíritu. Una cierta fragancia religiosa o atmósfera que se encontraba en las iglesias góticas. A la Majestad del Todopoderoso, la Tercera persona de la Trinidad, sólo se le conocía como una atmósfera misteriosa. ¡Qué reducción de estatus tan grande!

Cuándo y Dónde

Para poder hablar del Espíritu Santo, primero tenemos que identificarlo. Él es el poder de Pentecostés. Él fue quien comenzó la iglesia cristiana en el año 29 DC durante el festival judío del Día de Pentecostés que se celebró 50 días después de la crucifixión de Cristo. Esa mañana, el Espíritu de Dios llegó al mundo con un estallido; no como una dulce influencia, sino como un huracán. Él anunció su llegada con el milagro que ocurrió cuando 120 discípulos hablaron en otras lenguas. Ese alborotoso estallido captó la atención de la primera congregación cristiana.

El Espíritu Santo no vino solamente para manifestar cosas maravillosas ni para ofrecer una experiencia única que las personas pudiesen recordar cuando envejecieran. En aquel día, los discípulos fueron envestidos de poder. Ellos dejaron a un lado la timidez y desafiaron al mundo. Durante miles de años, no importando dónde uno mirara, los hombres vivían rodeados de supersticiones y tradiciones.


En el año 29 DC aquellas personas que vivían en un lugar oscuro del mundo, se volvieron más grandes que la vida misma; dispuestas a desafiar al diablo, al mundo y hasta la historia misma.

Esta era la nueva forma de vida que Cristo había prometido. Él subió al Padre y envió la evidencia de que así había sido: el Espíritu Santo. Cristo le dio al mundo evidencia física de que estaba sentado a la diestra del trono celestial. Los discípulos vivieron algo nunca antes visto en la tierra.

A pesar de tales experiencias tangibles, a medida en que el tiempo pasó, las experiencias que los apóstoles vivieron se fueron olvidando y el Espíritu Santo se convirtió en una presencia lejana. Aunque con el tiempo, se escribió una gran oración acerca de Jesús y sus obras: el Credo de los Apóstoles. Ese credo, que ha sido recitado unos cincuenta mil domingos por millones de cristianos, a penas menciona al Espíritu Santo – “Yo creo en el Espíritu Santo…”. No sabemos quién escribió el credo pero una cosa es cierta, no fueron los apóstoles. Quienquiera que haya sido, no conocía al Espíritu Santo ni su influencia en las vidas de los primeros discípulos.

El Dr. Arthur Headlam, ex-Obispo de Gloucester, dijo en su comentario bíblico que no estaba claro cuáles eran los dones del Espíritu Santo que habían sido manifestados en la época de los primeros cristianos. Sin embargo, en Gálatas 5:25, Pablo habló como si la experiencia del Espíritu Santo fuera una parte normal del diario vivir: “si vivimos por el Espíritu…”. El gran traductor bíblico J.B.Lightfoot, conocía poco acerca del Espíritu cuando dijo que vivir por el Espíritu era “un ideal en lugar de una vida”. Ese parecía ser el punto de vista aceptado a fines del siglo 19. La realidad del Espíritu Santo se había desaparecido.

El Dios de Pentecostés

El Espíritu Santo es Dios, y Dios no está lejos. Estar lejos no fue nunca su intención. Debemos conocer al Espíritu del mismo modo en que conocemos al Padre y al Hijo. El Padre y el Hijo son uno, pero también se pueden diferenciar. Podemos reconocer sus funciones. ¿Cuál es la función del Espíritu? ¿Cuáles son sus características?

El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad obrando aquí en la tierra. Todo lo que Dios hace aquí, fuera del cielo, lo hace por medio del Espíritu. Todas las experiencias de los creyentes, el perdón, la contestación a nuestras oraciones, la seguridad, el gozo, la sanidad y las señales son obra de Dios por medio del Espíritu Santo. Hoy día, Dios está obrando a nuestro alrededor a través del Espíritu Santo. El Nuevo Testamento nos muestra quién es el Espíritu. El libro de los Hechos de los Apóstoles, en su totalidad, ha sido llamado: “Los Hechos del Espíritu Santo”.

Una de las verdades bíblica más importante es que Dios se da a conocer a sí mismo por medio de hechos y no por palabras. El Espíritu Santo es acción. Él es el viento celestial que siempre se está moviendo. Si conocemos al Espíritu, conocemos a Dios. Todos podemos conocer al Espíritu del mismo modo en que conocemos a Jesús.

El Espíritu Santo es la maravillosa ayuda que Jesús nos prometió. Antes del Día de Pentecostés, el Espíritu no era muy conocido. Los discípulos necesitaban descubrir ese nuevo poder. El libro de los Hechos cuenta la historia de sus experiencias. Los discípulos habían sido enviados por Jesús para realizar una labor que parecía imposible: llevar el Evangelio al mundo y luz a la oscuridad. Sin embargo, a pesar de que ellos eran sólo pescadores y campesinos, el Espíritu Santo los convirtió en gigantes espirituales que aún son reconocidos unos 2000 años más tarde. El Espíritu Santo es el Dios de Pentecostés. El Espíritu de acción, poder, amor, fortaleza y milagros.

El Espíritu Santo no vino al mundo para establecer una atmósfera acogedora en las iglesias. Nosotros no podemos seducir al Espíritu tratando de crear una atmósfera correcta, independientemente de si es una atmósfera callada y tranquila o alborotosa y exuberante. El Espíritu no necesita ser atraído, invocado, persuadido o seducido. Él no es un invitado renuente o indiferente, sino que de su propia voluntad y deseo, llega y habita en medio nuestro.

Los apóstoles no oraron para recibir al Espíritu. Sin embargo, él llegó e invadió aquel aposento alto. Cualquier tipo de atmósfera que ellos hubiesen creado, desapareció al ser invadida por el “viento recio” (Hechos 2:2). El Espíritu es la atmósfera del cielo, y el cielo desciende junto con él. Él es el pneuma, el viento del cielo soplando en medio de nuestras tradiciones y nuestra pasividad. Puede que cantemos “Espíritu Santo bienvenido a este lugar”, pero él no viene en respuesta a nuestras alabanzas. Él no es un visitante ni un extraño que sólo ha sido invitado por una o dos horas. Él es el Señor de los cielos y es él quien nos invita a entrar en su presencia. Donde hay fe y se predica la Palabra, allí está el Espíritu de Dios.